lunes, 15 de febrero de 2010

LA CENICIENTA QUE NO QUERÍA COMER PERDICES...

Cuando leo cuentos a mi hija mayor o veo con ella películas Disney, se me encojen las tripas de pensar en los valores sexistas que se están transmitiendo en ellos, del imaginario que se nos graba a fuego lento a mujeres y hombres desde la infancia: caperucitas que necesitan de cazadores que las salven, sirenas que callan para siempre con tal de tener una oportunidad para amar, o princesas asiáticas que renuncian a su triunfo en el “ejército profesional” y vuelven a dejar crecer su melena para ser amas de casa.

Sin embargo, no podemos negar los cuentos (están en el colegio, en las películas, en los regalos... y les gustan tanto!), pero sí podemos ofrecer otros ejemplos que contrarresten esta mentalidad imperante durante siglos, de sumisión para nosotras y valentía forzosa para ellos, ofreciendo ejemplos diferentes.

El cuento que traigo es para niveles mayores, yo lo uso con mis alumnos más pequeños (12 años), que aún están muy mediatizados por Disney y compañía. Sin embargo, cuando lo he usado con adultas, que lo leen o escuchan con un ojo más crítico, también ha encantado.
Enhorabuena a sus autoras, y que lo disfrutéis y utilicéis:

“LA CENICIENTA QUE NO QUERÍA COMER PERDICES”
La cenicienta tenía tantas ganas de ir a la fiesta que al final lo consiguió. Pero se puso tan ansiosa que a la mañana siguiente NO se acordaba de nada. (Llegó a las 12, pero a las 12 del día siguiente).
Pero ahí estaban esos dos señores, con el zapato de cristal de tacón de palmo y de punta, esperando para que se lo probara.
Al principio no le cabía el pie, pero apretó y apretó hasta que le “cabió”  y metió la pata, ¡porque se tuvo que casar con un príncipe!
Al príncipe le encantaban las perdices, pero la cenicienta es vegetariana: no come carne, ni pescado ni lleva chupa de cuero. Aún así tenía que cocinar las perdices porque eran la comida preferida del príncipe.
Se las cocinaba a la plancha, al horno, rellenas, fritas…
-          ¡Estas están saladas! ¡Estas están crudas! ¡Estas están quemadas!

Gritaba el príncipe malhumorado, porque nunca cocinaba las perdices a su gusto, ¡qué disgusto!
Y lo peor: ¡tenía que ir subida en los zapatos de cristal, de tacón de palmo… y de punta! ¡qué vértigo!


Al principio intentó poner la espalda recta, pero se caía hacia atrás, así que se fue inclinando y por su espalda se le fueron deslizando todas las ideas e ilusiones.
Y la planta del pie chafada completamente. ¡Eso es horrible! ¡ En la planta del pie están reflejados todos nuestros órganos! ¿qué hacemos en occidente con todos los órganos chafados? ¡No, si es que aquí no se practica la ablación porque no saben ni dónde cortar!
La cenicienta cada vez se encontraba peor: enferma, deprimida, perdida.
Vecina moderna: “ No te quejes de los zapatos, mi príncipe es moderno y yo voy subida en unas plataformas de medio metro”
Amiga autóctona: “NO te quejes, a mi príncipe le encantan las vacas. Y necesito ocho micro-ondas para calentarle la cena”.
Una reina madre: “No te quejes. ¿dónde vas a estar mejor que con un príncipe?”
Colega republicano con perro: “¿pero tú no eres vegetariana y te gusta andar descalza?”
Así que cenicienta se confundió más con los comentarios de la gente, dejó de contarlo y se quedó sola. Sólo tenía a su príncipe “amado”, la espalda torcida, los pies chafados y el corazón destrozado.
Y un día, tuvo la suerte de verse a sí misma…Y le dio por reírse de sí misma, de lo inocente que había sido pensando que un príncipe la salvaría.
Después de años viviendo con uno, se dio cuenta de que los príncipes no te salvan… tampoco los camioneros, ni los discjockeys, ni las pasteleras… dejó de sentirse culpable, se perdonnó y se dio cuenta que la única capaz de salvarte…
ERES TÚ MISMA
Así que la cenicienta dijo BASTA y apareció la hada que era una basta (he de contaros que las hadas son gorditas, peludas y morenas, que están dentro de nosotras y salen cuando dices basta).
En cuanto la hada vio a la cenicienta, la abrazó, la estrujó y la cenicienta en el momento que se sintió recogida se puso a llorar. ¡Hacía tanto que no lloraba!
Primero empezó llorando por el príoncipe, por tantas perdices muertas y por los zapatos. Luego siguió llorando al recordar que su madrastra le maltrataba, que su padre le trataba peor y que sus hermanas casi se mueren por querer usar una 38 de Zara’s.

Lo lloró TODO TODO.
(Hasta lo que lloró en el hospital al nacer).
Lloró también dos vidas anteriores, por si acaso… (para no repetir karma)
Y se sintió mejor que nunca… ¡vacía! (con el miedo que le daba a ella quedarse vacía).
Ahora solo tenía que llenarse de cosas bonitas. Sabía que teniendo al hada basta al lado lo conseguiría.
En primer lugar, dejó al príncipe (a pesar de que cuesta mucho dejarlos, es tan difícil que a veces repites 2 o 3 príncipes más).
Luego dejó los zapatos y las perdices.
Y una vez sola, descubrió que quería disfrutar de su cuerpo que tan castigado había estado.
Descubrió la danza libre, que no es tan libre, pero te hace sentir libre. En esta danza da igual que calces un 42, peses 90 kilos, que midas 1’92 o tengas 80 años.
Y así fue como encontró en el camino de la transformación a otros seres:
A la ratita presumida, que ha empezado a engordar y ahora liga más…
La bella durmiente y blancanieves, que se están despertando (desintoxicándose del prozac).
La caperucita roja, que le había salido violento el cazador, debido a sus dioptrías emocionales, no le vio la escopeta.
Pinocho, que está harto de sus mentiras y sabe que necesita la verdad y el hombre de hojalata, que llorando encontró su corazón.
Una vez libres, pudieron realizar sus sueños, ayudándose entre sí. La cenicienta montó un restaurante/cabaret vegetariano llamado “me sobra armonía”, dónde además de comer no paraban de bailar.
Ahora están encantados de haberse conocido pero también muy enfadados por el papel que han tenido que representar en los cuentos durante siglos: niñas pasivas esperando que les pidan la mano y les quiten la vida”. SE ACABÓ, han empezado un cuento nuevo:
ÉRASE UNAS MUJERES QUE NO ESTABAN SOLAS Y UNAS PERDICES QUE VOLABAN FELICES…”
FIN

(Bueno, fin, fin… ya sabemos que los finales no existen, todo continua…
A cenicienta le va muy bien en el restaurante y ha contratado a un montón de colegas. Ahora abre también por las noches, con el nombre “Me falta armonía”.
La Ratita presumida ha conseguido llegar a una talla 42. Vive sola y feliz.
La Bella durmiente y Blancanieves han conseguido cambiar el prozac por otras yerbitas. Se han hecho muy, muy amigas.
Caperucita da talleres a mujeres maltratadas de “cómo superar la ceguera familiar”.
El hombre de hojalata está enseñando a llorar a hombres. Ha montado un grupo: “hombres que aúllan con los lobos”.
Pinocho sigue buscando la verdad: ha probado con el Gestalt, el Diafreo, las Constelaciones familiares, las flores de Bach…
La reina madre ha abdicado y se ha ido de cocinera al restaurante vegetariano. Insiste en que el jamón bueno no es carne. Su consorte ya casi no la ve, está encantado de tener tiempo libre.
El amigo republicano con perro, desde que ha salido en este cuento no ha parado de ligar.
Y la hada basta sigue apareciéndose cada vez que una mujer dice: BASTA.

MIRIAM CAMEROS SIERRA & NUNILA LÓPEZ SALAMERO. 

3 comentarios:

  1. jajaja, es buenísimo el cuento. Seguro que los niños entienden lo del Prozac y las flores de Bach?? mejor que entiendan algunas cosas... todavía. Un besote!

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  2. Jajaja esta genial es cuentecillo...Desdeluego hacer creer a las niñas que el amor consiste en encontrar a un principe y ser felices para siempre es como decirles que la vida es facil, terminan mordiendo el polvo!

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  3. Qué bonito! Me ha encantado! Y es que es verdad, parece que lo que le eseñamos a una niña es que no va a ser nada sin su príncipe azul. Besos!

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